Hace algunos meses, de visita a una aldea, Bhim se cortó la mano al cruzar por un puente. No era una herida muy profunda, pero yo me preocupé al ver que salía bastante sangre. Ninguno de los dos habíamos traído botiquín y nos quedaban cinco horas de caminata por delante hasta llegar a la aldea. Él arrancó algunas hojas de un mato que encontró, las exprimió hasta conseguir que chorrease un poco de líquido verde que untó en la herida y me dijo “no te preocupes, esto lo arregla”. Verle tan tranquilo me tranquilizó a mí también, y seguimos andando cuesta arriba hasta llegar, tras varios  descansos, a la aldea donde íbamos a realizar un taller de sensibilización sobre la igualdad de género.
 
Al llegar al pueblo nos dijeron que había un dispensario médico que atendía una enfermera. Localizamos a la enfermera, quien abrió el dispensario para atender a Bhim. Mientras le limpiaba la herida, me percaté de que había un niño mirando por la ventana. Me llamó la atención su cara, su expresión, su inocencia. A veces me pregunto qué hay en ellos, qué sienten, qué les hace reír, qué les hace llorar o sufrir. Podría dar muchas respuestas, pero hay momentos y expresiones que se me escapan, pero que, de algún modo, creo trasmiten algo muy bello, algo que quizás quiero para mí. ¿Inocencia? No se, como si algo nos uniese, nos acogiera y nos hiciera sentir que en realidad… ese niño soy yo, que mi vecino soy yo. Que hay algo que nos une a todos, algo en las profundidades de nuestro Ser, y que si conectamos con él, nos acercamos al amor, es más fácil estar aquí, levantarse cada día y sonreír.
Un fuerte abrazo… y gracias a todos los que hacen posible que podamos contarlo.

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