Hace ya un año que conocimos a Ameli y Sita. Después de rescatar a 17 niñas en la zona de Bainseswor y ver la magnitud del tráfico infantil en la zona, decidimos llevar a cabo un curso de alfabetización para niñas que habían dejado la escuela. Ocho de ellas, incluyendo a Ameli y Sita, querían formarse en costura para poder ganar dinero en un futuro como costureras y, en enero, comenzaron un curso de costura en nuestro refugio de Hetauda.

Sita tiene 17 años y solo puedo estudiar 1º de primaria. Era la mayor de cinco hermanos y cuando tenía 8 años su madre enfermó y tuvo que asumir las labores de casa y cuidar de sus hermanos en la choza de bambú y heno donde aún viven. A los 15 años una amiga de la aldea la convenció para ir a Katmandú a trabajar en una fábrica de alfombras. Allí debía trabajar dieciséis horas diarias tejiendo con sus dedos de cuatro de la mañana a ocho de la noche. El primer mes no le pagaron, y a partir del segundo le pagaban 55 euros al mes. Abandonó porque era demasiado duro. Ahora describe la oportunidad de formarse como “caída del cielo”, pues no solo ha aprendido a leer y escribir, sino que también está aprendiendo un oficio que, en pocos meses, ella espera que le ayude a conseguir un trabajo y así poder ayudar a sus hermanos con sus estudios.

Ameli tiene 16 años y ha engordado 5 kilos desde que llegó a nuestro refugio. Todas engordan, pues las alimentamos bien y solo se dedican a formarse, mientras que en las aldeas llevan las cabras a pastar, van a por leña, cocinan, friegan, cargan la leña desde el bosque y un sinfín de actividades que las ocupan todo el día. También vive en una choza de bambú y heno típica de la zona. Al igual que Sita, solo estudió un año y luego sus padres le dijeron que tenía que ayudar en casa a su madre y a sus hermanos. En estas zonas donde trabajamos la mayoría de los padres, que apenas pueden mantener a sus familias, no ven ningún beneficio en mandar a los niños a la escuela. Comer y cuidar de los hermanos es la prioridad, así que muchos niños, sobre todo niñas, no completan los cinco años de primaria. Ameli me dijo ayer cuando hablaba con ella que quiere montar un taller de costura en su aldea cuando acabe el curso y ayudar a sus padres y dos hermanos menores con el dinero que gane.

Ayer, mientras hablaba con ellas para poder completar la información de este relato, Sita me dio las gracias por la oportunidad que le habíamos brindado. Me sorprendió que pudiera vencer su timidez para decir “gracias”, y me sorprendió aún más que me lo dijera mirándome a la cara. En tres meses no solo ha aprendido a coser, sino que también ha aprendido a perder el miedo a expresarse, a decir lo que siente. Y ése fue mi regalo de ayer, ese «ratito sin precio» con Ameli y Sita.

Gracias a todos los que hacen posible que todo esto suceda, que mientras escribo hayan ocho niñas posiblemente preparando la cena, en total armonía, disfrutando del momento, de la oportunidad que todos les habéis brindado. Gracias también porque tengo muchos momentos en que me maravillo de lo que sucede aquí a diario…!!! 

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