Cómo cambia todo en 24 horas. Pasar volando de un mundo a otro. De la tristeza de las despedidas a la alegría de volver a ver a la gente que me rodea en Nepal.

Después de hacer noche en Katmandú el jueves, cogí un jeep muy temprano el viernes por la mañana. ¡Cómo disfrute del trayecto! Volver a sentir el frío de las montañas, a las vistas de campos de cultivos, campesinos atareados, cabras, gallinas, perros. Volver a comer arroz, lentejas y verduras en el camino. Disfrutar de todo, excepto del polvo que levantan las ruedas por la pista de tierra que conecta la capital con Hetauda.

Y una vez en Hetauda, saludar a todo el personal local y marchar hacia nuestra casa de acogida donde me esperaban las niñas y las cuidadoras. Las fotos hablan por sí solas de la inmensa alegría de volver a encontrarnos, de ponernos al día de todo y compartir las galletas caseras que mi madre les había mandado.

Un lujo estar aquí, volver a la vida simple.

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