Solo me quedan horas antes de volver a Nepal, y este año me voy con un saco lleno de lindos momentos. Primero, de todos aquellos que me llaman, quieren saber qué tal estoy, me cuentan de sus vidas, escuchan de la mía y me hacen sentir acompañado, querido. Estar lejos lleva consigo, lógicamente por las distancias, alejarte de amistades, no ser parte cotidiana de la vida de nadie… y eso es una realidad que no es fácil de gestionar, quizás para mí la más complicada… ahora que con 53 años recién cumplidos veo más claro lo que necesito y lo que la actividad diaria no me ha dejado ver.

Por eso, este año ha sido algo distinto el tiempo que he pasado cerca de mi familia y amigos, porque me he permitido salir un poco más, compartir un poco más, acercarme un poco más… y eso me hace apreciar más todas las muestras de cariño, el esfuerzo de todos los que me ayudan a sacar este proyecto adelante, las intimidades de quienes se atreven a compartir sin miedo, los que simplemente admiran años de esfuerzos y dedicación.

Ha sido hermoso cada rato compartido en charlas para acercarles al Nepal, ver la emoción en la gente. Ha sido hermoso hablar de sueños con cientos de estudiantes y animarles a realizar su sueño, a poner los ingredientes necesarios para que puedan vivir un sueño a diario como lo hago yo. Una cuestión de corazón, pues desde ahí surge el esfuerzo, el entusiasmo, el tiempo, la creatividad y el sacrificio que todo sueño conlleva. Me ha conmovido ver los esfuerzos de tantos voluntarios y colaboradores que organizaron cenas benéficas, fiestas, mercadillos… siempre con una sonrisa, felices de aportar su granito de arena a esta familia. Me llena de esperanza también cada momento de los retiros y cursos realizados para profesores, donde vi a niños crecidos jugar, llorar, crecer y ver su realidad actual, apreciar la serenidad que surge cuando estamos presentes, cuando nos permitimos sentir y observar sin juicio, sin reacción.

Gracias mil por todo lo compartido. Es un lujo poderlo contar, ver que también, en casa,  podemos dibujar sonrisas. Gracias, gracias, gracias… a todo el que se cruzó por el camino, seguro que algo aprendí y todos son parte del ahora, del silencio que surge cuando me permito escuchar y observar sin juicio, sin miedo, sin expectativas… solo observar… aire que entra y aire que sale. Ahí todo está bien… y esa es la lección que me llevo… la que intentaré poner en práctica en el avión, al aterrizar, al volver a las calles de Katmandú, a los olores de la tierra, a la gente que allí me espera para compartir nuevos momentos, nuevas sensaciones.

Un fuerte abrazo a todos… y mucha serenidad…!!

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