Hace algunos días, después de realizar un taller de higiene en una de las aldeas donde trabajamos, íbamos de camino a casa de una niña que había dejado de ir al colegio por falta de recursos. Poco antes de llegar a su casa nos encontramos con un niño y una niña que andaban abrazados.

Me pareció una estampa muy tierna en aquellos parajes remotos, lejanos, hermosos. Saqué un par de fotos pensando que en algún momento me servirían de inspiración para escribir algo. Pero a veces no es fácil poner en palabras los momentos; no se capta el olor, la brisa, el cansancio, la risa, la espontaneidad, la inocencia, la vida, este momento.

A veces tampoco es fácil ser feliz, o no nos damos cuenta de qué simple puede ser: salir a la calle, respirar el aire, sentir la brisa en las mejillas, besar, abrazar y compartir. Compartir sentimientos, anhelos, emociones. Compartir comida, amor, ayuda. Sentirnos parte de este mundo, parte de todo. Todos uno.

A veces hay experiencias que nos muestran la realidad. No somos eternos, no somos el ombligo del mundo, dependemos de la naturaleza y, sobre todo, somos amor, puro amor. Nuestro cuerpo envejecerá, se apagará, se convertirá en polvo. Pero algo de nosotros, llámenlo como quieran, permanecerá (amor, energía, alma, Dios).

Cuando nos damos cuenta, la vida es mucho más sencilla, no necesitamos tanto, pasaremos más rato con la familia, con los amigos, seremos más creativos, más auténticos, gastaremos menos, y quizás también ganemos menos, pero seremos más felices, porque habremos aprendido a apreciar la Vida, la brisa, al vecino, un abrazo, un corazón  empático. Entonces habrá menos guerras, menos hambre en el mundo. Habrá más árboles, los mares se reciclarán, respiraremos aire puro… y eso nos hará sentir muy bien. Sacaremos unas sillas y charlaremos con los vecinos… y eso, nos sentará muy bien. Podremos pedir ayuda en caso de necesidad sin vergüenza, porque seremos solidarios de corazón y no haremos sentir a nadie como un mendigo.

Caminaremos más despacio, sintiendo el peso de nuestro cuerpo, atentos a nuestro respirar… y eso nos hará sentir muy bien. Adiós a las prisas, adiós al estrés, a las críticas, a la ambición, a la violencia, a la envidia. Y sobre todo, adiós al miedo, pues aceptaremos que estamos de paso, y habremos aprendido que este rato de andar por el mundo, mejor vivirlo con el corazón, amando, mostrando amor.

Ojalá este sueño se haga realidad. Qué digo, ojalá sea ya una realidad y haya millones de corazones deseando salir a la calle para dar todo ese amor, expresarlo, sentirlo… y comenzar a Vivir de verdad.

Nunca pensé que aquellos dos niños abrazados, fueran a ser tan perfectos para ilustrar un momento tan sensible, pero que podría ser el momento más hermoso del ser humano. El momento que despertó el corazón de la tierra, tu corazón, nuestros corazones.   

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