Namaste,

¡Cómo pasa el tiempo! Hace ya cerca de ocho años de estas fotos. Algunas niñas ya se han casado, son madres, trabajan y son independientes. Otras siguen con nosotros, estudiando ya en bachillerato o en la universidad. Si ellas miraran a estas fotos se reirían mucho al verse tan pequeñas, y sería interesante saber qué sentimientos les suscitan.

En mí suscitan alegría, la alegría de haberlas visto crecer, reír, llorar, enfadarse, jugar, madurar, vivir. La vida no ha cambiado mucho en la casa. Seguimos yendo a lavar la ropa al riachuelo cuando hay escasez de agua, la armonía sigue reinando, también esa capacidad de disfrutar cada momento, esa ingenuidad e inocencia. Me veo en ellas y me transportan a un mundo simple, sencillo, sin grandes complicaciones, donde cada momento puede disfrutarse por el simple hecho de estar aquí y ahora, presentes.

Debo reconocer que me dan cierta envidia, cuando veo cuánto nos complicamos la vida y lo fácil que podría ser todo. También es cierto que de niños siempre fue más fácil que de adulto, una vez que debíamos aceptar a responsabilizarnos de nuestras vidas, de ganarnos los garbanzos y de intentar ser felices. Para ellas tampoco ha sido fácil dar ese paso, pasar de la protección a tener que protegerse, tanto para sus necesidades básicas, como emocionales. Es ahí cuando la vida comienza a brindarnos experiencias que no siempre son fáciles de digerir, de entender, de aceptar. No es fácil darnos cuenta de que todo lo que pasa encierra una lección; a veces aceptar nuestra impermanencia, que nada es para siempre, que sufrimos porque nos apegamos, que la respuesta es siempre amor y que no puede haber amor cuando lo confundimos con necesidad. De ahí que me venga muy bien recuperar la inocencia, la ingenuidad, esa capacidad de vivir los momentos desde la serenidad que solo yo me puedo brindar. 

De esto he hablado con ellas en muchas ocasiones, en mis intentos por compartir lo que he ido aprendiendo en la vida. Aunque irradian alegría, también tiene sus momentos bajos. Algunas aceptan su pasado, otras tienen muchas dificultades para hacerlo y sufren en silencio. No es fácil aceptar el abandono, no saber ni quienes son tus padres, que hayan fallecido o que hayan abusado de ti. Pero tengo la impresión de que los años que pasan con nosotros, el cariño que reciben, lo que compartimos a diario y el modelo de vida simple les ha facilitado la aceptación, y que puedan andar por la vida sabiéndose fuertes, confiadas y sonriendo, siempre sonriendo y brindándonos ese néctar que está al alcance de todos nosotros.

Un fuerte abrazo y lindo día.          

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