Bindu tiene 19 años y proviene de una aldea a unos 50 kilómetros al norte de Hetauda, donde tenemos nuestro refugio. Tiene dos hermanos pequeños y tres hermanas, una de las cuales es discapacitada.
 
Tras el parto del hijo más pequeño, su madre murió. Al vivir en una aldea remota, sin acceso a dispensarios médicos, y no tener recursos económicos para ir a la ciudad, fue ayudada en el parto por vecinas y familiares, pero sucumbió tras perder demasiada sangre. Su hijo fue criado por una tía.  
 
Bindu dejó de estudiar cuando tenía once años, pues tenía  que ayudar a su padre a sacar a la familia adelante. Ella ayudaba desde pequeña en labores agrícolas y a su padre le salían algunos trabajos como peón de obra. A duras penas han podido mantenerse, pero de momento los hermanos más pequeños aprenden a leer y escribir en la escuela del pueblo.
 
Niñas como Bindu son las más vulnerables al tráfico infantil: pobres, sin posibilidades de escolarización, sintiendo la responsabilidad de ayudar a sus familias, ignorantes de que hay gente mala que va ofreciendo puestos de trabajo por las aldeas para hacerse con niñas como ella, que acaban en fábricas textiles, cantinas o prostíbulos. Muchas no vuelven a ver a sus padres una vez dejan sus aldeas.
 
No es el caso de Bindu. Afortunadamente contactó con nosotros hace 10 meses para solicitar una plaza en nuestros cursos de formación vocacional. Comenzó un curso de costura en diciembre 2015 que terminó hace solo dos semanas, junto a otras chicas con historias muy similares a Bindu. Ahora, tras seis meses donde, no solo han aprendido a coser, sino también a quererse y a confiar en sí mismas, comienzan a dar sus primeros pasos para buscar trabajo o crear su propio taller de costura. Bindu, quizás se quede unos meses más con nosotros para reforzar lo aprendido, ya que tenía muchas limitaciones para aprender por su escasa base: apenas sabía leer y escribir.
 
Yo escribo esto emocionado, contento y feliz porque podemos cambiar vidas, dar esperanza, prevenir muchos dramas a los niños y dibujar sonrisas. Esto es solo un botón de muestra  de una gran labor que me gustaría que emocionara a todos, sobre todo a los que son parte de esta familia y hacen posible que yo lo pueda contar. Mil gracias a todos, en Nepal y en España, por podernos emocionar con lindas historias en medio de tanta desgracia en el mundo. 
 
Les dejo con Bindu, sus hermanos, su padre, su casa, su aldea, sus compañeras de curso y su preciado certificado de costurera.

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