¿Importa cómo me llamo? ¿O cómo se llama nadie? Quizás no, quizás lo único que importa es cómo nos sentimos; si hay una lucha con nosotros mismos, si hay cierta insatisfacción de fondo, si hay una inmensa paz, si hay violencia, si hay juicio sobre los demás. ¿Qué hay en ti? ¿No será eso lo que más importa?
¿Somos conscientes de lo que realmente se mueve dentro de nosotros? ¿O ponemos el piloto automático y salimos a la calle a defendernos como mejor podamos?
Da igual mi nombre. Yo veo la vida pasar desde la inocencia de mi temprana edad, y de todo lo que me pudieras ofertar posiblemente sería “mi inocencia” lo que nunca querría perder. He pasado hambre, no siempre he tenido la protección de mis padres, no sé si podré ir a la escuela. Pero eso realmente no me preocupa. Lo que sí deseo de corazón es… nunca perder mi inocencia: Poder confiar en la gente, poder amar sin pedir prestaciones, no juzgar a los demás, sentirme en paz en este mundo, no preguntarme qué hago en él… sino fluir, como la aguas del arroyo que desde aquí escucho.
Ese es mi deseo para mí. Para ti, mi deseo es que vuelvas a recuperar tu inocencia, toda la que puedas, pues muchas veces veo gente pasar y escucho gritos, mentiras, especulaciones, críticas. Observo expresiones tristes, apagadas, cansadas de vivir. Y nadie quiere jugar conmigo, pasan sin advertir mi presencia… dulce inocencia.
Un fuerte abrazo en un día de cierta inspiración… o anhelo.