Hola a todos,
Hace unos pocos días que estoy de vuelta en Nepal. Me sigue sorprendiendo cómo en quince horas de vuelo se puede pasar de un mundo a otro tan distinto. Y me sigue sorprendiendo que sea en éste, en Nepal, donde me sienta más a gusto. Quizás porque simplemente me sienta más tranquilo y sereno, a pesar de estar lejos de los lazos afectivos que me unen a mi familia y amigos más íntimos. Quizás porque son muchos años ya de idas y venidas, me cuesta cada vez más encajar en mi sociedad, encontrar mi hueco.
Me rodea como un aura de soledad. Hago muchas cosas, me veo con mucha gente, pero no me siento parte de nada ni de nadie. Creo que la vida es muy rápida, hay muchas prisas, apenas hay tiempo, pasan los días… y me pregunto qué tiempo de calidad he pasado con alguien. Me refiero con tiempo de calidad a poder profundizar con la gente, ir más allá del trabajo, de los gustos, de los juicios, de recordar el pasado… y compartir más sobre qué nos mueve, qué se mueve en nosotros mismos, cuál es nuestra realidad. ¿Hay alguien ahí en quien resuenen estas palabras?
Por supuesto ha habido momentos donde he podido compartir de tú a tú, sobre todo con las amistades más íntimas o algunas nuevas y maravillosas que surgen, en las que se comparte sin miedos, sin caretas. Eso es lo que más valoro en las relaciones; desnudarnos, ir más allá de la piel, de la ropa, de las gafas de sol y los logros de la vida. Siempre fui algo inconformista y quizás simplemente quisiera tener muchos más momentos de esa intimidad que surge cuando no hay miedo a mostrarte tal y como eres, no hay miedo a decir tonterías, a caer mal, a sentirte juzgado o rechazado.
Quizás simplemente eche de menos cuando era parte de un círculo de amigos, o tener siempre alguien a mano para desahogarme y contar todo lo que me apetece contar en cada momento. Eso tiene la distancia, que puedes sentirte muy querido, apreciado, admirado, incluso envidiado sanamente; sin embargo, la vida continúa para todos y no es fácil en cuatro o cinco meses hacer el esfuerzo por volver a ser parte de ella. Cuando empiezas a sentir que puedes, ya es hora de volver a este mundo tan distinto, donde no cuento con tanto cariño o gente que pueda entenderme, pero donde surge una serenidad que desde que llegué hace diecisiete años me cautivó. Un tesoro inmenso que quizás debiera estar al alcance en cualquier lugar, quizás dependa de nosotros, pero yo debo reconocer que conseguirlo ahí siempre ha sido un reto que me queda por superar.
De momento prestaré mucha atención a las sensaciones que tengo aquí. Me separa un abismo inmenso de esta gente, pero disfruto de la vida sencilla, ligada a la tierra, a la familia. Y una familia es lo que hemos creado en esta casa de acogida desde donde les escribo. Ahora las niñas están todas en el colegio y las cuidadoras andan limpiando la casa, atendiendo a las vacas, recogiendo verduras del huerto y limpiando el arroz que comeremos esta noche. Las oigo hablando, y también se oyen pájaros, el ruido de un tractor, risas de niños y… de vez en cuando, como un zumbido sutil que siempre está ahí, pero solo se aprecia cuando ponemos mucha atención.
Bueno, hoy, como en otras ocasiones, me apetecía compartir algo más personal. Creo es bueno desnudarse un poquito, o mejor despelotarse por completo, y así lo intento cuando tengo ocasión con algún amigo, algún retiro, o días como hoy que aprovecho el saber que hay gente que me leerá y se alegrará de este nuevo atrevimiento.
Les dejo con fotos del mundo que me rodea en esta casa. Las niñas, sus sonrisas, la ingenuidad, la inocencia. La vida simple: ir a por leña, encender el fuego, hacer la masa, moldear los “chapatis”, charlar mientras se cocinan, perderme en las ascuas del fuego, servir la comida, dar gracias justo antes de empezar a comer.
Y hablando de gracias, en un día como hoy no las doy por apoyar el proyecto, sino por aquellos momentos que me brindaron para compartir, para escuchar… y ojalá tengamos todos muchos momentos para compartir, escuchar, sentirnos escuchados, reconocidos, sin ser juzgados, pudiendo ser nosotros mismos, libres… y en esa libertad despelotada, no tengo dudas, surge una alegría inmensa, un amor que no puede definirse, una explosión de júbilo que trascienda todo dolor y angustia.
Un fuerte abrazo a todos.