Hola a todos,
Hoy, día de Navidad me levanto y me encuentro este mensaje de un buen amigo que estuvo de visita hace unos días compartiendo nuestro día a día. ¿Habrá mejor manera de empezar un día? Gracias Boni por haber venido, por todo lo compartido y por vivirlo como lo vives! Gracias porque sentirte tan cerca, verte tan feliz aquí… me da alas!!
Mensaje de Boni:
Hola, José, ya en Tenerife quiero poner en orden los momentos y las sensaciones vividas en Nepal, en particular los ocho días compartidos contigo y con las niñas de la residencia, y la mente siempre me devuelve la palabra «gracias».
Gracias por tu hospitalidad y por tu paciencia conmigo (sabes que soy de naturaleza curiosa y me gusta preguntar).
Gracias por compartir tantos momentos y tantos sentimientos, incluso muy íntimos.
Gracias por procurarme el conocimiento del verdadero Nepal.
Pero sobre todo, gracias por haber creado un espacio de paz y de armonía en el que conviven dieciséis niñas a las que «Educanepal» les ofrece un futuro esperanzador. Es enternecedor ver cómo están integradas las más pequeñas (Pramila, Binita, Asmita …) con las más mayores en un ambiente fraternal; cómo todas desarrollan sus tareas comunitarias con la sonrisa en la cara; cómo a las seis de la mañana acuden a realizar sus tareas escolares y las oigo hablar y reír; cómo agradecen a la vida lo que ésta les brinda.
A pesar de la barrera del idioma, con sus ojos y sus sonrisas me han hecho sentir parte de la familia que forman (¡Yo como abuelo, ya sé que tú eres el padre!). José, ¿sabes lo que suponía para mí que las pequeñas me calentaran las manos entre las suyas? ¿Sabes lo que me suponía que se me acercaran y se me acurrucaran? Ellas, a las que en principio sería yo quien tendría que darles cariño, me lo daban a mí. ¿Sabes lo que peor he llevado? No poderlas abrazar contra mi pecho y darles calor y amor. ¡Ya sé cómo está regulada la expresión de los sentimientos en la sociedad nepalí!
José, gracias por tu infinita generosidad, por dedicar tu vida a proporcionar a muchas niñas un futuro que la vida les negaba.
Gracias no solo por haber creado esa «casa de la paz», sino por haber creado también la residencia para las chicas que reciben los cursos de costura (¡Me alegró tanto ver a Mendu y comprobar cómo su vida había cambiado …), por atender a 35 escuelas en lugares remotos, por los «grupos de economía» creados en algunas aldeas, por la ayuda a la hermana Mirian para el desarrollo de su actividad sanitaria, por la colaboración con la ONG que acoge en su residencia a niñas abusadas, por la resolución de muchos casos particulares de extrema gravedad, por tu ambición por llegar a las aldeas más olvidadas … (Me conmovió cómo Binod y tú tomaron enseguida interés por la niña que conocimos en el sitio donde desayunamos en Hetauda). Ahora sé lo que es ir a visitar una escuela: cuatro, cinco o seis horas de guagua (¡y qué guagua!, ¡y qué carreteras!), las horas posteriores de caminar, dormir en las aldeas (a veces en el suelo, como te tocó a ti una noche), etc.
Es cierto que el contacto con la naturaleza y con la vida sencilla de los aldeanos reconforta, y sobre todo la algarabía y las sonrisas de los niños de las escuelas que visitamos.
Me ha llamado la atención el orden, la limpieza y la escrupulosa organización que has logrado en todas las actividades emprendidas. He comprobado que todas las aportaciones que hacemos los «amigos de Educanepal» están perfectamente empleadas, con un control exhaustivo de las mismas. ¡Ya les gustaría a muchas empresas, no digo en Nepal, sino en España, tener un registro contable tan minucioso!
José, para acabar, a pesar de la grandeza de lo creado, te admiro no por ser un superhombre sino por ser una persona con tus certezas y tus dudas, aspecto éste que te hace más humano.
Recibe un fuerte abrazo, amigo. Dales saludos a las niñas de mi parte, las llevo en el corazón.