Muskan tiene 11 años y cursa en 4º de primaria en el colegio de la aldea de Ramchua, al este de Hetauda, una zona muy alejada, a la que tardamos casi un día entero en llegar. Llevamos dos años trabajando en esta aldea, que consta de unas 90 casas (más bien chabolas) esparcidas por las laderas de la montaña.
Muskan tiene dos hermanos y una hermana. Lasang, su hermano mayor de 14 años estudia en 5º de primaria. Perdió años de estudio por falta de movilidad al haberse quemado las extremidades cuando apenas tenía un año. Gracias a nuestra ayuda para operarlo del pie se facilitó su movilidad y ahora le es más fácil caminar la media hora que le lleva llegar al colegio. Estuvimos en su casa recientemente para hacerle una visita de seguimiento y consultar con él si quería acometer una segunda operación de sus brazos. Inicialmente no parecía muy animado, pues sufrió mucho con el postoperatorio de su pierna, pero tras meditarlo serenamente nos dijo que sí quería afrontar una nueva operación.
Mientras hablábamos con él, Muskan nos ofreció un vaso de agua y su otro hermano jugaba con un coche construido con arcilla. Así de simple y humilde es la vida en estas zonas donde trabajamos. Un mundo aparte, de difícil acceso, pero donde realmente se necesita la ayuda. Viven todos en la aldea de lo que plantan y algunas cabras, pero apenas da para alimentarse. Las casas se construyen con los materiales a su alcance, barro y piedra, pero a algunos, como la familia de Muskan, no les da ni para eso, así que recurrieron a tiras de bambú, madera y barro. Es la realidad de la mayoría de los niños que ayudamos en las aldeas, una vida muy precaria, pero el facilitarles los medios para estudiar no solo les abre las puertas de la escuela a una formación básica, sino también favorece su crecimiento, su autoestima y hace muy felices a sus padres, quienes no tuvieron la oportunidad de estudiar y no saben ni leer ni escribir.
Que tengas un día lleno de Amor y Paz, ahí, muy cerquita de tu esencia, de tu Alma.
