La semana pasada despedimos a una nueva promoción de chicas que acaban de terminar un curso de costura después de seis meses de formación. Una de ellas, entre lágrimas por la emoción, comentaba en la ceremonia de despedida que estaba «… inmensamente agradecida, no solo por haber aprendido a coser a máquina, sino también por haber aprendido a relacionarse, a perder los miedos, a gestionar mis emociones y tantas otras cosas que me ayudarán en el futuro«.

Me llevé una enorme sorpresa al escucharla, pues a su edad, dieciocho años, a veces no se dan cuenta del valor tan grande que tienen los talleres de habilidades sociales y crecimiento personal que también les ofertamos durante los seis meses que conviven con nosotros. En la ceremonia de despedida también estuvieron presentes algunos miembros del comité local (Ruhel) que apoya nuestro proyecto. Una vez finalizado el acto compartimos un delicioso arroz con leche con verduras junto a todo el personal local y las niñas de nuestra casa de acogida.

Feliz de ser parte de esta gran familia, de poder disfrutar de su compañía y de ver como todos los años de esfuerzo se ven recompensados a diario, viendo a niños y niñas crecer, madurar, responsabilizarse de sus vidas, comenzar su vida profesional y sonreír. Cada sonrisa es una muestra de agradecimiento a todos los que hacemos posible esta realidad, tanto en Nepal como en España. Gracias mil por estar ahí y por poder hablar hoy de ocho niñas que han vuelto a sus aldeas con la ilusión de poder ganarse la vida cosiendo.

Un abrazo y mucha paz para todas/os

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