Hace unos pocos días que estoy de vuelta en Gran Canaria. Antes de regresar a casa tuve la oportunidad de conocer a Nigma, una alumna de 2º de bachillerato de veintiún años recién becada por Educanepal en la zona rural de Bacaya.

Cuando Nigma tenía 11 años su padre estuvo involucrado en una pelea y fue ingresado en prisión. Para pagar los 200 euros de la fianza de libertad, tuvo que pedir ese dinero prestado. Para devolver el dinero prestado envió a su hija, que cursaba 3º de primaria, a trabajar a una factoría de alfombras en Katmandú.  Allí tenía que trabajar unas 12 horas diarias y convivir en una diminuta habitación con otras niñas en condiciones pésimas. Afortunadamente, tras una inspección de trabajo del gobierno (está prohibido el trabajo infantil hasta los 16 años), Nigma pudo volver a su hogar.

Cuando tenía 14 años su madre, cansada del trato, dejadez y malos hábitos de su marido, se fue a vivir a Katmandú, donde continúa residiendo y trabajando como ayudante de obra con unos ingresos medios de 70 euros al mes. Suele enviar entre 20 y 30 euros mensuales a Ningma para ayudar a mantenerla a ella y a sus dos hermanas Nangel y Marsan, de 18 y 12 años, respectivamente.

Nigma lleva seis años residiendo en una residencia temporal habilitada en uno de los colegios que apoyamos en Nepal. En sus ratos libres sigue tejiendo alfombras para poder ayudar a sus hermanas. Se tarda unos 22 días a tiempo completo para terminar una alfombra, lo cual le aporta unos 50 euros, una vez terminada.

Escuchar su historia me conmovió, pero aún más ver su entereza, su fortaleza y resiliencia para terminar sus estudios y ayudar a sus hermanas. Su sueño es encontrar un trabajo cuando termine el bachillerato; pero la estamos animando a que comience una carrera, para lo cual cubriríamos todos los gastos educativos y de alojamiento.

Como Nigma, hay cientos de niñas cuyas familias viven en zonas remotas donde se intenta sobrevivir de la agricultura y la ganadería. En muchos casos la tierra no les da lo suficiente para alimentarse, lo cual fuerza a sus padres, que no pueden cubrir los gastos de material escolar, a utilizar a los niños como mano de obra. Es ésta, la pobreza extrema, la razón principal del tráfico y explotación laboral de niñas y niños en Nepal. A veces, como en el caso de Nigma, se añade la falta de sensibilización de sus propios padres, quienes comienzan a beber alcohol en edades tempranas y no tiene madurez para asumir las responsabilidades de tener una familia. Los padres de Nigma no tuvieron la oportunidad de ir a un colegio, solo aprendieron a sobrevivir de pequeños. De ahí la importancia de nuestra labor en Nepal, no solo en la prevención del tráfico de niños, sino también para darles una educación básica que les permita ser más responsables y más cuidadosos con la higiene y sus hábitos.  No es fácil el trabajo con estas tribus indígenas, la labor de sensibilización con los padres y madres, pero llevamos muchos años viendo sus frutos y eso nos anima a seguir delante. Educanepal ha conseguido reducir en un 90% la explotación laboral de menores en las zonas donde trabajamos.

Así que muchas gracias a todos los que ponen su granito de arena para que hoy en día podamos apoyar en secundaria y estudios superiores a unas 160 niñas con casos similares a Nigma y a 2.550 niñas y niños que viven en zonas remotas del Nepal rural. Gracias, no solo por las aportaciones económicas, sino también porque muchos de ustedes hablan de nuestra labor con amistades y familia, y esa labor también es importante para poder conseguir los fondos necesarios que nos permiten cubrir todos los gastos.              

Un abrazo y mucha paz y amor para todos.   

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