Hace unos días, de visita en Bikutar, una de las aldeas donde trabajamos, nuestro personal local se encontró con Kamasing Lo, un hombre cuya familia vive en extrema pobreza. ¿Qué es eso de extrema pobreza?
 
Kamasing y su familia viven en Bikutar, a cinco horas caminando del pueblo más cercano donde poder comprar víveres. Pero ellos  no tienen ingresos de ningún tipo. Su mujer, Sailimaya, es muda, pero trabaja duramente en el pequeño terreno que tienen, pero que solo les da para comer un mes al año. El resto del año trabajan en tierras de otros aldeanos, cuando surge alguna labor agrícola que hacer; pero con eso apenas pueden comer y subsisten a base de raíces y plantas que encuentran en el bosque.
 
Mientras Kamasing contaba su historia a Kumar y Bhim, éste se hizo un cigarrillo con hojas de un árbol que crece en la zona. Tres de sus hijos, sucios y sin apenas ropa que ponerse, merodeaban por allí. Tienes cuatro hijas más, dos de las cuales casó antes de cumplir los catorce, por no poder alimentarlas. Las otras dos viven en casa de un vecino donde les dan comida a cambio de trabajar todo el día.
 
Bhim y Kumar, consternados por esta situación tan dramática, y sabiendo que contamos con un fondo de emergencias para estos casos, decidieron ayudar a los pocos días a esta familia comprando algo de comida: 60 kilos de arroz, 4 kilos de lentejas y sal. Allí no hay banco de alimentos, como se pueden imaginar, y el concepto pobreza extrema lo pueden ver reflejado en las fotos, aunque siempre es más impactante darse una vuelta por allí y verlo con ojos propios. Eso también ayuda a valorar la ayuda que realizamos: las horas de caminata para llegar, los sudores del camino y el atender a casos de gente que tiene que desprenderse de hijos para sobrevivir: de ahí surgen el tráfico y la explotación laboral de niños, que intentamos combatir en estas zonas.
 
A Kamasing también le dieron ropa para los niños y jabón para el aseo. Él se comprometió a mandar a sus hijos al colegio, donde recibirán el material escolar con que dotamos a los cerca 140 niños que viven en la zona y van a una escuela que construimos hace ya cuatro años, y que recientemente tuvimos que reparar tras el terremoto.     
 
Hoy en día trabajamos en 36 aldeas, cubriendo las necesidades de escolarización de cerca de 4.000 niños que viven en condiciones, no todos como la familia de Kamsing, pero no con mucha diferencia. Mientras les escribo pienso en todos los años que llevamos intentando llegar a esta gente, todos los esfuerzos realizados por los voluntarios y esos seres maravillosos que organizan actos y actividades en colegios para ayudar a estos niños. También pienso en nuestro personal local: Bhim, Kumar, Ramesh, Binod, Urmila, Samikchia, Sushila, Ratna, Sanu Maya….y todos los profesores y aldeanos sin cuyos esfuerzos y consejos sería imposible llegar a los más necesitados.
 
Me hace muy feliz ver cómo nació este proyecto de la nada, fruto del amor y de las ganas de poder dibujar sonrisas donde realmente hace falta. Trabajando con gente que incluso comiendo raíces te sonríen y, sin querer, despiertan un sentimiento de compasión que se me antoja lo más bonito que podamos sentir en la vida.
 
Gracias a todos los que hacen posible que otros puedan tener una vida algo más digna.
 
Un fuerte abrazo …y ojalá despertemos todos a ese sentimiento que surge cuando nos olvidamos de nosotros y solo actuamos por amor.

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