Hace varias semanas que los reyes magos han viajado de aldea en aldea repartiendo sweaters a los niños que viven en las zonas más frías.

Curiosamente siempre que hacemos un reparto de material aparecen todos los niños, deseosos de recibir su regalo. Yo aprovecho para regañar, cariñosa pero seriamente, a aquellos que vienen muy poco al colegio y prefieren quedarse jugando en los campos o en los riachuelos por el camino. Por la tarde noche, una vez terminado el trabajo, me vienen a la cabeza imágenes de lo que ha sido el día. Se dan situaciones siempre curiosas; de padres que quieren un sweater para su hijo aunque nunca venga a la escuela, madres que se quejan de que ellas mandan al niño al colegio pero luego no saben que se quedan jugando por el camino, y yo, siempre deseando la perfección (un 70 % de asistencia a clase), donde apenas se tiene qué comer y los niños se crían apenas sin pautas de comportamiento o moralidad.

Y en esas reflexiones nocturnas a veces me pregunto si yo quisiera ser ese niño sucio, con el pelo enredado de no lavarse en meses, y que retuerce su cuerpo y estruja sus manos de vergüenza mientras yo le hablo de venir a clase más a menudo. Su sonrisa tímida me conmueve, su corretear me da envidia… y a veces anhelo ser ese niño,  o permitirme la libertad que a veces no me permito, para vivir más y pensar menos.

Así que desde Nepal, yo personalmente pido a los reyes que despeje tantas dudas que me asaltan a veces, que pueda afrontar el miedo con aplomo y que me permita a veces volar y corretear como los niños que me rodean, sin estar siempre tan pendiente de cumplir objetivos, que son muy lícitos y han nacido del corazón, pero que no pueden serlo todo.

En fin, vivir más, corretear más, y pensar menos. No ser tan perfeccionista y atender más mi corazón y a la gente a mi alrededor, sin prisas, brindando a la vida serenidad, brindando a mi gente mi escucha, una palabra de compañía, un abrazo.

Y lo que me pido lo pido para todo el mundo, para ustedes, siempre con el sueño de que sea el corazón quien nos guíe y quien apacigüe esta cabeza loca.

Un fuerte abrazo desde un frío Nepal.       

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