Hacer por hacer, trabajar como máquinas, no creo que valga la pena. Aún menos cuando prestamos un servicio o trabajamos con grupos vulnerables. Pasamos horas trabajando, se nos va la vida en ello, y hacerlo sin ilusión convierte la vida en un tedio. Cualquier cosa que hagamos, si la hacemos con cariño, con toda nuestra atención en ello, en cada sensación en nuestro cuerpo, se puede convertir en un momento de inmenso gozo y alegría. Un simple “buenos días” o una sonrisa sincera pueden alegrar al compañero, crear un ambiente distinto, un mundo distinto, donde prevalezcan la amabilidad, el respeto y la empatía.

Hoy tengo muchos motivos para estar contento, si tengo en cuenta los ambientes que he intentado crear en Nepal: en nuestra casa de acogida, en el aula de costura, con los niños y padres en las aldeas, con otras ONG. Pero hoy quiero destacar la ilusión y entusiasmo de nuestro personal local. No es fácil conseguir un equipo de trabajo motivado que, aparte de su sueldo, valoren sus palabras, sus esfuerzos por llegar a los más necesitados, cada gota de sudor, cada sonrisa, cada gesto, cada acción que realizamos. En palabras textuales de algunos de ellos, me decían hace años “…antes trabajaba como una máquina, rescataba niñas del circo porque había órdenes de hacerlo, pero no era consciente de la labor que hacía, del valor que tenía, de las sensaciones y emociones de las niñas. Desde que trabajo con Educanepal todo ha cambiado, ahora disfruto de mi labor y tiene un valor muy grande en mi vida. También ha afectado a mi trato con mi esposa e hijos. Me siento muy agradecido”.

A veces pensamos en una ONG como una organización que solo necesita fondos. Pues no, los fondos nos permiten llegar a toda esta gente, pero yo, como persona, también necesito cariño, saber que cuento para la gente, que mis sentimientos importan, que alguien me pregunte si estoy bien, que alguien quiera escucharme. Afortunadamente cuento con mucha gente, comenzando por mi madre, que me trasmiten ese cariño que me da alas para seguir adelante en una labor que conlleva un degaste emocional muy alto. Pero hoy quiero destacar las palabras de Bhim, que son de esos regalos que hacen que todos los esfuerzos diarios valgan la pena. Son muchos años ya intentando que los niños del Nepal rural tengan una infancia más digna, y trabajar en otra cultura no es fácil. Lograr el respeto y el cariño de quienes me rodean en Nepal no ha sido fácil, así que las palabras de Bhim son la recompensa, así como el brillo de sus ojos al hablar o la emoción en su tono de voz.

Hoy, una vez más, doy gracias a este fantástico equipo de trabajo en Nepal por su labor diaria, por su dedicación, por esas interminables caminatas para llegar a las aldeas y dibujar sonrisas. Gracias a todos los que en España colaboran como voluntarios, como socios o padrinos, permitiendo que podamos llegar a esas aldeas y acoger en residencias a los más vulnerables. Gracias a los que animan y se preocupan por nosotros. Gracias a todos los que ven que tras las siglas ONG o tras Educanepal hay sentimientos, corazón, esfuerzo, entusiasmo, sudor, lágrimas, risas, miedos, Vida.

Les animo a todos y me animo a mí mismo a vivir con algo más de atención a los sentimientos, a cada pensamiento que surge, cada paso que damos. Solamente el prestarnos atención puede sacarnos de la rutina y llevarnos a lo eterno.

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