Hace dos meses que Rammaya y Sita se habían planteado dejar de estudiar porque su madre no podía costearles el material escolar que necesitaban para continuar con sus estudios de 1º de ESO. Su padre está en paradero desconocido y nunca se preocupó de su familia. Los ojos de la madre se cuajaron en lágrimas al decirle que nosotros costearíamos el material que necesitan las niñas. Nos comentaba que se sentía fracasada por no poder ofertar una educación a sus hijas, pero le dijimos que había sido muy fuerte intentando sacar a sus hijas adelante sola, trabajando cuando podía de jornalera en campos de cultivo donde le pagan 2 euros al día.

Llevan dos años viviendo en casa de un campesino a quien deben darle la mitad de la cosecha que recogen, al trabajar en sus tierras. Esto les da para comer millo y trigo cinco meses al año. Las dos niñas también trabajan como jornaleras en sus días libres, cuando surge trabajo. Se levantan a las 5 de la mañana, ayudan a su madre a traer leña y cocinar el arroz. Salen de casa a las 8:40 de la mañana para llegar al colegio a las 10:00 caminando por los arrozales.

Cuando fuimos al colegio me dijeron que no podían comprar nada de comer y que no comerían nada hasta llegar a casa sobre las 5:30 de la tarde. Yo miraba a sus ojos desconcertados con nuestra visita, avergonzadas de su pobreza, encogidas. Kedhar les entregó el material escolar que necesitan para los próximos tres meses y luego fuimos a la cantina del colegio donde estudian unos 700 alumnos. Negociamos con el dueño que les diera a las niñas dos empanadillas de verdura todos los días y que vendríamos a pagarle cada vez que viniéramos a visitar las aldeas donde trabajamos en esta zona.

Salí del colegio inmensamente feliz de poder ayudar a estas niñas, de trasmitir tranquilidad a su madre y agradecido a todos los que me permiten estar aquí cerca de ellas y de tantas otras niñas y niños que son parte de nuestro día a día. Es un lujo poder ser testigo de tanta emoción, tener medios con los que poder aliviar el sufrimiento de tantas personas cuyo día a día no nos lo creeríamos si no estuviéramos a su lado cargando leña, cortando hierba, arando los campos, cortando el mijo, durmiendo en el suelo frío sobre una esterilla de heno abrazadas.

Hoy me siento inmensamente feliz de poder dar una buena noticia, feliz por sentirme cerca de ellas y de tanta gente que apoyamos aquí en Nepal. No tengo otra herramienta que contar lo que siento para conseguir que la gente se emocione y quiera ayudarnos, y ojala este texto sirva como muestra de una labor diaria que muchos quieran apoyar.

Te animo a colaborar con nosotros haciéndote socio o animando a quien pueda permitírselo: www.educanepal.org    

Un fuerte abrazo y mucha paz para ti

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