Cuando llegué a Nepal hace ya más de 20 años y comencé a visitar las aldeas donde trabajaba como voluntario, tenía la impresión de que todo el mundo tenía carencias o necesitaba ayuda. Con el tiempo y el asesoramiento de amigos y colaboradores locales, me di cuenta de que las realidades eran muy distintas entre alguien que tiene tierras y puede vivir de ellas, o quien no tiene y lo tiene muy difícil para sobrevivir, con trabajos esporádicos que apenas dejan unos 40 o 60 euros mensuales para mantener a familias enteras.
Con los años nos hemos esmerado en llegar a quienes más lo necesitan, sin escatimar en esfuerzos para llegar a ellos, pues suelen vivir en zonas muy alejadas de montaña a las que se accede tras largas caminatas y arriesgados trayectos en guagua. Ese día a día por los caminos, ese encuentro con las familias y los niños, está repleto de anécdotas, emociones. No siempre puedes hacer todo lo que quisieras, a veces por presupuesto, a veces porque no puedes cambiar a alguien que bebe o que ha tenido diez hijos cuando solo podía mantener a dos.
Pero nos vale la pena el esfuerzo diario por llegar a ellos, animarles en el día a día, seguir insistiendo en la higiene, la educación y la planificación familiar. Cuando se vive a este nivel de precariedad, cuando no hay más que tierra, ganado y laderas donde no es fácil cultivar, cuando tu vida es cavar, cortar hierba para el ganado, cargar estiércol, ir a por leña y agua, hacer un fuego y comer harina de millo cocinada en agua, ver amanecer y caer rendido en la oscuridad de la noche, ¿qué se siente? ¿Qué te mueve?
No lo sé, me imagino es la Vida, el milagro que hace bombear nuestros corazones, ese innato instinto de supervivencia, de querer dar un paso más. ¿Para qué? Me gustaría pensar que es para acercarnos a la Vida, sentirla, fundirnos en ella. Es muy difícil saber lo que otros sienten, pero estoy en deuda con todos ellos por lo que me enseñan a diario de aceptación, de humildad, de vivir el presente, de no apegarte, de valorar la naturaleza, de vivir con serenidad y disfrutar cada momento tal y como se da.
Podría contarles miles de cosas que hacemos por ellos, pero para mí lo que ellos me ofrecen es un inmenso tesoro difícil de poner en palabras. Hoy me apetecía intentarlo, compartir que la ayuda no es solo comprar lo que otros necesitan. Hay un compartir diario, emociones, enseñanzas… y es bueno recordar que podemos vivir siempre abiertos al mundo, receptivos a la vida, a cada sensación… ser más Vida y menos pensamiento estéril que nos aleja de ella.
Un fuerte abrazo y lindo día.