Namaste,

Conocimos a Ganga estando de visita en Raigau, una aldea al este de Hetauda. Desde un primer momento me sorprendió su madurez y su facilidad para comunicarse. Normalmente las chicas en Nepal son muy tímidas y les cuesta expresar tanto sus sentimientos como sus necesidades. Suelen ser sus padres, vecinos o profesores quienes nos alertan de la situación precaria de las niñas y quienes asumen la responsabilidad de comunicarse con nosotros. Pero en el caso de Ganga, tras conocer su situación a través de un profesor local, fue ella misma quien asumió el diálogo con nosotros. Pronto me di cuenta de que, desde muy niña, había tenido que asumir la responsabilidad de cuidar de su familia, y que en ese proceso se había consumado una madurez inusitada.

Tanto su padre como su madre son sordomudos y con las facultades cognitivas bastante mermadas. Se han dedicado a trabajar la tierra para sacar a sus cuatro hijos adelante, tratando de ofertarles una educación con los escasos medios con los que cuentan: un terreno que les da para comer y dos búfalos. Los hijos siempre han tenido que colaborar en las labores agrarias diarias y en el cuidado de los búfalos, teniendo que ausentarse de la escuela en las épocas cuando hay que preparar el terreno para plantar y durante la cosecha. Ganga, al ser la mayor, es quien más ha tenido que asumir la responsabilidad, no solo de ayudar a sus padres, sino también de cuidar y guiar a sus hermanos. ¿Cómo no iba a madurar tanto?

En la visita a su casa nos presentó a sus padres y nos explicó que su sueño era poder estudiar una carrera universitaria, pero que carecía de recursos para poder hacerla. Para ello debía de trasladarse a Hetauda, la ciudad más cercana y costearse, no solo los estudios, sino también alojamiento y comida. Sus padres simplemente miraban, con esa ingenuidad de aquellos a quienes la vida les ha privado de poder articular una palabra. Yo me preguntaba cómo habrían sido sus vidas desde pequeños, cómo veían el mundo, qué sentían, qué se les pasaba por la cabeza en aquel momento mientras hablábamos con su hija y un familiar cercano que también se acercó para explicarnos detalles de aquella familia.

Fue de esos días que te conmueves de una manera especial y, por supuesto, no cabía duda de que ayudaríamos a Ganga a hacer su sueño realidad. Le hablamos de la residencia nueva que hemos construido para chicas como ella, que no tienen recursos, y su cara se iluminó. Ahora estamos pendiente de que se abra la matrícula universitaria para que venga a nuestra residencia.

Ganga es solo un ejemplo de cerca de 120 alumnos de bachillerato y universitarios que pueden continuar con sus estudios gracias a la ayuda de Educanepal. No se si se puede trasmitir en palabras lo que puede significar para niñas como Ganga esta oportunidad de estudiar, de salir adelante, de progresar en la vida cuando provienes de un entorno tan precario. Yo lo intento, pero reconozco que me quedo con las ganas de que hubiesen estado allí ese día y cada día que nos ofrece experiencias donde te olvidas de ti mismo, estás muy presente y solo quieres aliviar la carga. A veces se necesita una habitación, o material escolar, o que se cubran la comida diaria o los gastos de matrícula. A veces te das cuenta que solo estar ahí y escucharles les reconforta, pues hay miles de personas en aldeas remotas, donde apenas tienen para comer, cuyas vidas transcurren sin que nadie nunca les haya preguntado ¿cómo te sientes? ¿cómo es tu día a día? ¿de dónde sacas fuerza para levantarte cada mañana?

Gracias a todos ustedes por ser parte de esta familia, por permitir este día a día tan maravilloso, por dibujar sonrisas y hacer sueños realidad.

Un fuerte abrazo y lindo día

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