Namaste,
Uno de los aspectos que más admiro cuando contemplo el día a día es el entusiasmo y dedicación de todo nuestro personal local. No es fácil en Nepal crear un equipo comprometido con la labor y que lo demuestren a diario en cada visita a las aldeas, cada encuentro con los niños, con padres, con profesores. Son conscientes de que cada palabra y cada gesto cuentan para motivar, para alentar, para mostrar cariño, para dejar claro que estamos ahí para ayudarles; pero sin titubear para exigir también que todos colaboren en la medida de sus posibilidades. De nada sirve un lápiz o un cuaderno si el niño no cuida su material, si sus padres no lo mandan al colegio o si los profesores no imparten sus clases con cariño.
Y no es solo cuestión de valorar los recursos que tanto esfuerzo nos cuesta conseguir, sino también valorar el tiempo que le dedicamos, las ganas, los esfuerzos por llegar a las zonas más alejadas y la confianza que tenemos en que cada acción puede cambiar una vida. Un niño que aprende a lavarse las manos con jabón después de ir al baño no sufrirá enfermedades o muerte cuando se lleve la comida a la boca (se come con la misma mano con la que se limpian en culo con agua). Una niña que aprenda a coser podrá, en un futuro, sustentar a sus hijos incluso si su marido la abandona, como pasa en algunos casos que han llevado a muchas a la prostitución por no saber de qué otro modo ganarse la vida. Una niña que aprende a vivir en armonía con la vida, a expresar sus sentimientos y a gestionar sus emociones durante el tiempo que vive en nuestra casa de acogida será un modelo a seguir allá donde vaya.
Por eso admiro a nuestro personal. Porque valoran cada detalle, se sienten que prestan un servicio que no tiene precio, aprenden de cada día, son capaces de ver sus capacidades y sus debilidades, muestran un respeto hacia nuestra filosofía de trabajo y hacia mi persona. Y eso, en Nepal, es un tesoro, pues me ha costado mucho crear ese equipo, verles disfrutar con el día a día, en circunstancias a veces muy precarias, constatar a diario que valoran cada céntimo que llega a Nepal. Y hoy quiero dar las gracias en especial a Kedar Acharya, nuestro coordinador local, por ser un ejemplo para todos y darme la confianza de que incluso cuando no estoy en Nepal, él es el alma que sigue animando a todos a crear ese mundo que sueño, que sueña… ese mundo amoroso, en paz, responsable, alegre, respetuoso, solidario.
El dinero nos permite cubrir muchas necesidades y mi agradecimiento es inmenso a quienes nos apoyan, pero hoy quería destacar que lo puedes gastar y entregar un cuaderno sin mirar al niño, o dedicarle tu atención, unas palabras de afecto, acercarse a su casa si son casos dramáticos, consolarles, buscar vías para paliar el sufrimiento y… no olvidarte de ellos una vez te vas de la aldea. Es muy fácil olvidarse cuando constantemente tienes casos similares, pero ahí estaré yo, Kedhar y nuestro equipo para que cada caso se atienda hasta que se haya conseguido un objetivo que podamos sentirnos en Paz.
No es fácil el día a día, pero te hace sentir bien. Gracias mil a todos por hacerlo posible.
Un abrazo y lindo día.