Namaste,

Recientemente se celebró en Nepal el día del padre y, como cada año, lo celebramos junto a las niñas de la casa de acogida. Allí acudió todo el personal local, haciendo los varones de padres y ejerciendo como tales: untando “Tika” (pasta de polvo rojo mezclado con arroz y agua que se utiliza en rituales hindúes a modo de bendición) a todas las niñas y luego siendo agasajados por todas las niñas y cuidadoras con un humilde regalo y un “tika” recíproco.

Se preparó un desayuno especial para deleite de todos y comieron juntos en el suelo del comedor de la casa de acogida donde se habían desalojado mesas y sillas para poder estar todos juntos, más de 40 personas: 24 niñas acogidas, 7 niñas que se forman en costura y viven temporalmente con nosotros, 6 cuidadoras y 5 empleados que llevan toda la labor en las aldeas y apoyo a las casas de acogida. Nuestra familia en Nepal.

Ahora que estoy lejos de allí miro las fotos y, aunque con añoranza por estar lejos, me alegra ver a cada miembro de esa familia disfrutando del momento, poniendo cada uno su granito de arena para que cada uno se sienta parte de ella y así se viva día a día. Siempre fue un sueño para mí que todo el personal local en Nepal se sintiera muy cerca de la gente que apoyamos y que se sintieran felices de poder ser “ese padre”, “esa madre” o “ese hermano o hermana” con quien comparto mi día a día.

Mi experiencia de vida me ha llevado no solo a querer ayudarles de corazón por sus carencias y vulnerabilidad, sino que a través de ese encuentro diario he aprendido a ver en cualquiera a un “hermano” que anda buscando la felicidad en este mundo igual que yo. Podremos hablar lenguas distintas, tener un color de piel diferente, vestir de otra manera, comportarnos según fue nuestra experiencia de vida, sentir según las emociones que se dieron en el pasado; pero todos, en esencia, somos fruto de algo inmenso que no podemos definir con palabras, parte del milagro de existir, de Ser. Y es ahí, cuando vemos la esencia milagrosa de cada Ser, cuando dejamos de enjuiciarlo y nos reconocemos. Entonces podemos sonreírnos, abrazarnos, amarnos y el mundo deja de ser ese lugar tan miserable y malvado. Todo depende de mi percepción de ese mundo. Si veo la esencia milagrosa en todos veré el amor, si vivo aislado en mi “Yo” sentiré miedo y andaré siempre alerta a un peligro: la muerte.

Me alegré mucho el día que entendí que mi esencia nunca muere. Que solo muere un cuerpo y un personaje creado por mí que no tienen el mínimo valor en esta vida, excepto para ayudarme a conectar con mi esencia: espacio y silencio donde todo está bien. Entonces soy feliz, sonrío y deseo esa paz para todos.

No, todavía no he llegado a líbrame de mi personaje por completo, a no juzgar nunca, a no apegarme, a no reaccionar a las emociones y verlas llegar y partir con serenidad. Pero ya no me engaño, ya no responsabilizo a otros de mi felicidad: no es el mundo lo que está mal. Es como yo lo miro, lo que hay en mi interior lo que realmente importa. Y eso es mi responsabilidad. Y desde ahí, con humildad y teniendo un camino largo aun que recorrer, comparto estas palabras así como las siento ahora. Siempre albergando el sueño de que, “algún día”, nos sintamos todos parte de una gran familia.

Educanepal es fruto de este sueño, de esta visión de ser todos “uno”, y cuando vuelvo a ver esas fotos me emociono aún más y me anima a seguir en este camino en busca de mi esencia. Y emocionado deseo a todos que sean felices y que encuentren su camino hacia un Amor y Paz eternos.

Un fuerte abrazo a todas tus heridas, que se disuelvan en el perdón y brillen tus ojos con alegría.

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