Namaste,

A Sanyita solo le queda un mes para terminar el curso de costura que comenzó hace cinco meses. Tiene 17 años y fue una de las ocho niñas seleccionadas en mayo según el grado de vulnerabilidad de sus familias.

Proviene de Raksirang, una zona remota donde pudo estudiar solo hasta la clase 7 (1º E.S.O). En la escuela de su pueblo solo podía estudiar primaria, que termina en la clase 5, y luego tenía que caminar cuatro horas, cuando comenzó en la clase 6, para llegar al  colegio de secundaria más cercano a su aldea. Se levantaba a las cuatro de la mañana, se cocinaba en un fuego de leña harina de maíz con agua y salía de noche hacia la escuela con una vecina, llegando al colegio a las 10. Las clases terminaban a las tres y media y no llegaba de vuelta a casa hasta las ocho de la noche.  Aguantó año y medio, hasta que su madre la animó a contactar con nosotros y formarse en costura para poder ganar un sustento y ayudar a su familia.

Hoy, hablando con ella sobre su futuro, me dijo que su ilusión sería volver a la escuela y terminar sus estudios de secundaria, pero que piensa buscar trabajo en una aldea cercana y poder ahorra dinero para comprar una máquina de coser propia y montar su propio taller de costura. Le dije que para montar su propio taller necesita también experiencia y perfeccionarse, que podríamos ayudarla y cubrir ciertos gastos. También  le dije que se pensara lo de volver a la escuela y lo hablara con su familia, pues también podríamos becarla cubrir los gastos de una habitación compartida.

Todos los días surge algo que te conmueve, no es fácil permanecer sereno, no emocionarse, no tomar decisiones rápidas y mantener la calma. Esa gestión de emociones ha sido una de las grandes lecciones del día a día en Nepal. Luego está la lección diaria de niñas como Sanyita. Mientras me hablaba me la imaginaba caminando con apenas 13 años sorteando veredas, ríos y cuestas en la oscuridad. Todo por poder estudiar. Admiro también el respeto tan grande por su madre y sus consejos. Y, sobre todo, admiro que haya cientos de miles de niñas cuyas familias viven en una pobreza desconocida para nosotros, muy lejos de un doctor, de una tienda, sin dinero, excepto el que consigue su familia vendiendo alguna cabra o gallina, comiendo maíz a diario, pero que no dramatizan, no pierden su sonrisa, su espontaneidad. Su vida es dura, pero desconoce otra vida y para ella es lo normal, lo cotidiano.

Tanto que aprender de la grandeza del ser humano, de su instinto de supervivencia, de “algo grande” que nos mueve, nos empuja a seguir viviendo. ¿Para qué? Pues yo creo que para descubrir el Amor, el amor detrás de todo, el amor que no podemos comprar, degustar o tocar. ¿Cómo alcanzarlo? Pues a mí me ha ayudado mucho las ganas de descubrir, el cuestionarlo todo, soñar con un mundo más amoroso, la meditación y,  en ese camino, darme cuenta de que es una mera cuestión de dejar la mente en blanco, dejar que se disuelva el cuerpo, la mente….y simplemente Ser. Ahí nos encontramos todos con ese “algo grande” y sonreímos a la Vida, nos sentimos en casa. No hay juicio, todo está bien. Solo hay paz, calma, silencio y un Amor que nos llena de gozo.

Gracias  Sanyita y gracias a todo aquel con quien me encontré en mi vida y me ayuda a diario a volver a reconectar con “Algo Grande”.

Puedes ayudar a niñas como Sanyita haciéndote socio desde 10 euros al mes, o compartiendo con aquellos que tengan un corazoncito y quizás puedan permitirse ayudar. Siendo Educanepal una pequeña familia,  el boca a boca de todos es imprescindible para cubrir las bajas que estamos teniendo y poder seguir ayudando a estas niñas.

Un fuerte abrazo y lindo día                

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