Man Kumari Moktan tiene 40 años y su marido la abandonó junto a sus tres hijos para irse a vivir con otra mujer en Katmandú. Desde entonces ha sufrido de depresión, al verse sola para atender a sus hijos con un terreno que solo les da comida para unos tres meses al año.

Su hija mayor, Bindu, tiene 12 años y cursa en 2º de primaria. Le siguen su hermano Suk de 10 años y la más pequeña Reetu de 7 años, ambos en 1º de primaria. Todos van al colegio local en la aldea donde residen. Muchos días su madre no tiene recursos para alimentarles, teniendo que recurrir a la ayuda de vecinos para poder comer algo de maíz. A veces los niños se aventuran en la jungla cercana en busca de comida, poniendo en riesgo sus vidas por las temperaturas extremas y predadores que habitan la zona.

La presión emocional sobre Man Kumari la ha llevado a una depresión que ha mermado su capacidad para hacer frente a un día a día tan duro. Ante esta situación y alertados por gente del pueblo, nuestro personal local fue a visitarla para estudiar su caso y ver cómo podíamos ayudarla. Tras la visita se decidió que lo más urgente era proveerles de comida básica para aliviar la carga sobre Man Kumari y para atender el grado de desnutrición que sufrían los niños. También se les ha comprado a sus hijos el material escolar que necesitan para que no dejen de ir por vergüenza de no tener un lápiz, o por irse a la jungla donde también estaban expuestos a ser víctimas de tráfico infantil.

A medio plazo estaremos atentos a la evolución mental de Man Kumari para ver si es necesario algún tipo de tratamiento, que no es fácil de conseguir en Nepal y, mucho menos, en zonas tan remotas. También estamos estudiando la posibilidad de poderles construir una casa más segura.

Seguiremos de cerca la evolución de Man Kumari, pues su figura es esencial tanto para el desarrollo de los niños como para atender sus necesidades. De momento, hemos logrado aliviar su carga, que se sintieran que pueden contar con nosotros, que no están desamparados y que velaremos por la pronta recuperación de la madre y el bienestar de los niños.

Gracias a todos los que hacen posible que podamos atender estos casos, que podamos estar cerca de quienes más lo necesitan y ofrecerles una vida con un mínimo de necesidades cubiertas. No sé si estas palabras son suficientes para trasmitir el drama en que vive tanta gente aquí, en estas zonas tan alejadas de cualquier núcleo urbano, intentando sobrevivir como pueden. Quizás las fotos son más explícitas. Yo lo intento y no me cansaré de seguir intentándolo para acercarles a este día a día, duro, pero con la gratificación de poder dibujar sonrisas y aliviar la carga de gente que vive a un nivel de pobreza que solo se descubre cuando los tenemos delante.

Un abrazo y gracias por estar y permitir que esta ayuda sea posible.

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