El día a día en Nepal está lleno de momentos diversos que son parte de nuestras vivencias. Cada uno de esos momentos, como el día a día en una de nuestras escuelas, nos oferta la oportunidad de aprender. Aprender de una sonrisa, de una lágrima, del esfuerzo de los profesores, de cómo gestionan a sus alumnos, de las carencias de los niños y niñas, de su espontaneidad, de su distracción.
Siempre me ha sorprendido la carga de trabajo de esas profesoras que llegan al colegio a las diez de la mañana para comenzar su rutina de trabajo en sus aulas, pero que llevan levantadas desde las cinco para atender a sus hijos, a sus maridos y suegros. Hacer la comida en fuegos de leña, atender al ganado y luego arreglarse para comenzar a caminar por senderos que le pueden llevar hasta una hora para alcanzar la escuela.
También llama la atención que esos niños que hemos vestido y a quienes les ofertamos el material escolar duermen sobre esterillas en el suelo, acurrucados junto a sus hermanos para calentarse. Que también deben colaborar en el cuidado del ganado y de traer leña a casa. Que se alimentan a base de harina de maíz cocida en agua y apenas una pocas lentejas o acelgas. Pero sonríen, van ilusionados al colegio en compañía de otros niñas y niñas que juegan por el camino, lo más grandes siempre atentos a sus hermanos menores, a veces cargando con ellos a la espalda. Nadie rechista, nadie se queja, excepto algún niño pequeño que no ha podido comer porque sus padres habían salido a trabajar en los campos.
Solo una pincelada para conocer algo más de sus vidas, ligadas a la naturaleza, a la tierra, a sus familias y tradiciones. Pero vuelvo a poner el foco en todo lo que podemos aprender cuando estamos atentos a la vida que nos rodea sin juicio, sin crítica, sin quejas… y sonreír por el simple hecho de estar aquí, de ser conscientes de la Vida, de ser Vida.
La vida es un viaje a la felicidad, no hay otro destino, tarde o temprano llegaremos. La gente que nos rodea son nuestros maestros, cada maestro ofertándonos experiencias que me ayuden a alcanzar la felicidad. Quizás experiencias dolorosas, pero es del dolor de donde más tenemos que aprender: a no apegarnos, a no juzgar, a perdonar, a aceptar cada evento con serenidad, a ver a nuestros hermanos (todos los seres que nos rodean) con Amor, independientemente de su comportamiento, dejándoles que anden su camino hacia la felicidad, confiando en que todo está bien y que la Vida, al final del viaje, nos lleva siempre a esa paz y ese amor donde nos sentimos en casa.
Que tengas un día lleno de Amor y Paz, ahí, muy cerquita de tu esencia, de tu Alma.