Namaste,

Hace algunos días, de visita con Amit a algunos alumnos que tenemos becados en una aldea, llegamos a casa de Mitu Maya, una mujer cuyo marido falleció hace tres años, tiene un hijo con síndrome de Down y otros dos más pequeños a quienes apoyamos para ir a la escuela.

Yo no conocía a Mitu y su situación, y mientras más detalles iba averiguando más aguda era la punzada en el pecho, que no siempre es fácil de gestionar. Ya solo ver su casa y los 15 metros cuadrados de habitación donde viven me sobrecogió. No tienen tierras y Mitu logra a duras penas alimentar a sus hijos con el dinero que saca cuando consigue algún trabajo esporádico como jornalera, ya sea cargando estiércol, quitando malas hierbas, plantando o recogiendo la cosecha de algún vecino. A veces, me comentó, solo tienen para comer raíces y plantas que crecen a la orilla de un riachuelo cercano.

Yo la miraba y me maravillaba su entereza, su capacidad para levantarse cada día y luchar por los suyos sola con sus tres hijos, su serenidad, su capacidad de aceptación. Llegó un momento que me costó incluso reprimir alguna lágrima, quizás porque a veces me pueden algunas situaciones de vida que comparadas con las de Mitu son migajas. Deseé tener su entereza, su capacidad para aceptar. Me sorprendió también el cariño que mostraba al hijo con síndrome de Down, y me alegré que ese niño tuviera una madre que le mostrara tanto amor (no suele ser el caso aquí con niños discapacitados).

En fin, uno de esos días que te estremeces y llegas a casa dando vueltas a tu vida y queriendo que a nadie le falte algo que echarse a la boca. Por lo menos me quedé tranquilo de que tendría suficiente comida para un mes tras hacerles una compra de arroz, lentejas, aceite, verduras y otros esenciales.  A medio plazo hemos hablado de comprarle cuatro o cinco cabras para que pueda comenzar un rebaño y así genera sus propios recursos para que no dependa de nosotros.   

Siempre gracias a todos los que apoyan esta labor y nos ayudan a poder atender a gente como Mitu y así intentar que este mundo sea un poquito más justo. Depende de nosotros, de nuestra solidaridad, al igual que depende de nosotros aprender de cada día. Yo hoy me sentí que era ella, que su esfuerzo era el mío, que su lucha era la mía. Y valoré más que nunca la labor que hacemos a diario, pues va más allá de aliviar penas… también va de mirarnos como uno, de traspasar el ego y mirar con el corazón… ahí nos encontramos todos, ahí surge el verdadero amor… cuando descubres que más allá de tu cuerpo y tu pensamiento… hay Vida, y es ahí, en ese espacio y silencio, donde surge esa paz inmensa donde a nadie le faltaría un abrazo o un plato de arroz.

Hoy emocionado y agradecido,

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