Namaste,
Con la llegada del monzón, y una vez recogido el millo, tocaba volver a plantar el arroz. Para ello había que anegar el terreno, nivelar el barro y ponernos en filas para enterrar los plantones que habíamos recogido y atado en manojos el día anterior.
Desde las seis de la mañana, las niñas grandes, las cuidadoras y todo el personal de campo nos fundimos en la tierra. Yo, con mis problemas de lumbago, solo aguanté dos horas, pero disfrutando de poder compartir un día distinto con toda la familia que me rodea aquí.
Es muy duro permanecer agachado durante horas cuando el calor húmedo te envuelve y no ves la hora de que terminemos. Pero entre bromas, descansos y chismorreos todo es más llevadero. Para mi es un lujo poder ser testigo de el esfuerzo, las gotas de sudor, las risas y la armonía que hay en esta familia. Un lujo poder vivir el momento presente y olvidarte de todo, despejar la mente, conectar con el cielo, con los pájaros que nos acompañan, con la gente que nos rodea. Un lujo estar presente, consciente de cada movimiento, de cada pisada en el fango, de cada brote que coges entre tus dedos.
Nepal me enseñó a descubrir la serenidad, la paz que anhelaba en mi vida. Me acercó a la Vida en todas sus manifestaciones, al esfuerzo grande para conseguir un plato de arroz, a la humildad de quienes apenas tiene para comer, a la inocencia de los más pequeños, esa inocencia que desearía que nunca tuviéramos que perder, esa inocencia que atraviesa el cuerpo, la mente y nos funde con el Universo.
Dentro de tres meses se cosechará lo sembrado, y recordaremos que la Vida nos brinda lo que sembramos. Así que les deseo que brinden mucha paz y amor cada día, la mejor cosecha para ser feliz y morir en paz.
Un abrazo y lindo día a todos
