Hola a todos,

Hace unos días, de visita en Pambung con Loli, Montse, Laura y Jose, tuvimos la no muy grata experiencia de ver una realidad que luchamos a diario por superar. Casi al término del taller de higiene, durante el cual enseñamos a los niños a lavarse, preguntó Binod si había algún niño con alguna herida para mostrarles cómo limpiarlas. Yo había visto a un niño muy pequeño con algunas heridas en la pierna y lo pusimos sobre un trozo de madera para lavarle los pies y curarle las heridas.

Habíamos hervido previamente agua con sal para mostrarles a los padres un modo sencillo y económico de limpiar heridas; pues en estas aldeas remotas no tienen yodo, gasas o botiquines de emergencia. Suelen recurrir al curandero cuando enferman para que les quite los malos espíritus y las heridas se curan prácticamente al sol, o con hierbas locales que no siempre son efectivas. En el caso de este niño, una de las heridas era muy profunda, un enorme agujero lleno de pus.

Mientras le pasaba el trapo mojado en el agua para limpiar la herida miraba hacia abajo resignado, algo compungido. Pasado unos segundos, el agua caliente debió penetrar en la herida y, cuando volví a mirarle, vi una lágrima corriendo por sus mejillas. A pesar del dolor no se movía, no gritaba, no se quejaba. Quieto sobre la silla, bebiéndose las lágrimas y los mocos que colgaban de su nariz, aguantaba estoicamente sobre la silla, quizás también porque no había nadie de su familia y tenía miedo.

Nos dijo que tenía más heridas en la ingle y lo llevamos aparte para verlas. Cuando fui a quitarle los pantalones me sorprendió el tufo a orines, la ropa tan sucia y el cuerpo lleno de raña. Comenté con Binod y un profesor si podíamos bañarlo, pero me aconsejaron que no. El agua del grifo estaba muy fría, no teníamos ropa ni toallas, y posiblemente hubiera empezado a llorar nada más quitarle la ropa. Yo dudé unos segundos, pero tras hablar con otra señora que se negaba a bañarlo, me di cuenta que lo mejor era seguir los consejos de Binod. Casualmente Loli tenía una pomada para heridas cutáneas que le aplicamos, y luego se la dimos al profesor para que se la pusiera al niño durante una semana en el colegio.

En el camino de vuelta, pensando en el hecho, que nos había emocionado a todos, me di cuenta que con el tiempo y las experiencias diarias; aunque seguía sintiendo una mezcla de rabia, tristeza e impotencia antes ciertas situaciones de la vida, me había dado cuenta que ninguna emoción cura heridas, evita el hambre o previene que una niña acabe en un burdel con trece años. La respuesta es actuar. Hacer lo que se puede, lo que está en nuestra mano y no desfallecer si no podemos atender o prevenir todos los males del mundo.

Se me vino a la memoria la imagen de los niños corriendo a lavarse las manos antes de comerse la pasta de cereales que les dan en el colegio, con la atenta mirada del profesor que vigilaba desde lo lejos mientras les gritaba que no se empujaran. Hace seis años no tenían el grifo de agua en el colegio, no se lavaba ninguno, había más niños sucios y cubiertos de mocos y heridas varias. Habíamos construido tres aulas hacía cinco años, el número de niños escolarizados se había doblado… y aunque las lágrimas de aquel niño nos dejó bastante tocados, había motivos para estar también contentos. No es ésta una labor donde te libres de este tipo de experiencias diarias de la noche a la mañana. Las carencias son enormes, en un principio no sabía ni por dónde empezar. Pero te das cuenta de que hay que priorizar, actuar, evaluar… y seguir trabajando a diario para que sean cada vez más escasas las imágenes tristes y podamos mostrar siempre las sonrisas que tanto nos cautivan.

Casualmente, ayer por la tarde, mientras repartíamos sweaters a los niños de la aldea donde vivo, vimos que una de las niñas tenía heridas en la boca, alrededor de los labios. Calenté agua y Ramesh le limpió las heridas. A ella si le pudimos arrancar una sonrisa después de limpiarle las heridas, mientras curaba a otra que tenía una herida en la frente de una pedrada que le había dado una amiga. Así es esto; pequeños, salvajes, inocentes, ingenuos y con unas sonrisas que reservo para más adelante.

Quiero aprovechar esta época, donde todos andan algo más sensibles, para dejar claro que no es fácil el día a día, ser fuerte. Pero lo intentamos y creo lo hacemos muy bien, actuando sin desfallecer, año tras año. Vemos resultados en el número de niños escolarizados, en los índices bajos de tráfico de niños, en las sonrisas y la alegría de los que tenemos acogidos. Todo eso gracias a ustedes, a nuestro personal local, a todos los que nos hacen favores, nos animan, nos quieren.

Queremos seguir actuando, seguir caminando hasta las aldeas más remotas para ayudar a estos niños. El niño de la foto ya está curado, nos comentó el profesor por teléfono… pero hay más esperando ir a la escuela… o que los saquemos de fábricas textiles… de trabajos de esclavos. Si cada uno de nuestros colaboradores consiguiera animar a alguien a hacerse socio por 10 euros al mes podremos cubrir los costes para seguir llegando a ellos, incluso quizás comprar un jeep que nos permita llegar a más aldeas más lejanas… o para poder llevar a las niñas de la casa de acogida al hospital cuando surge alguna emergencia.

Hemos llegado aquí gracias al boca a boca… no cuesta nada hablar de la gran labor que hacemos, tocar corazoncitos… y dibujar sonrisas, comenzando por la nuestra.

Gracias por estar ahí! ¡

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