Manisha proviene de Nijghat, al sur de Katmandú, muy cerca de la frontera de Nepal con India. Allí vivió con su familia hasta los nueve años,  en medio de peleas y discusiones entre su madre y su padre alcohólico. Un día su madre, cansada de tanta discusión, decidió llevarse a sus hijos a su hogar materno en Sarlahi, al este de Nepal. La dificultad de sacar a su familia adelante le lleva a emigrar, como miles de nepalíes, a Kuwait.

En la ausencia de su madre Manisha, con trece años y estudiando 4º de primaria, queda a cargo de su tío, quien le dice de ir a Katmandú con él. Ella fue pensando que la matricularía en un buen colegio, pero cuando llegó la puso a trabajar en una fábrica de ladrillos. La levantaban a la una de la mañana para comenzar a trabajar el barro para luego ponerlo en moldes con el formato del ladrillo. A las nueve paraba para comer y a las diez comenzaba de nuevo a fabricar ladrillos, que luego son cocidos en hornos. Solía terminar de trabajar a las ocho de la noche, comía y a dormir hasta la una. Su tío recibía algún salario por ella, pero solo le compró un “kurta” (vestido típico de blusón y pantalón a juego) en los seis meses que estuvo trabajando allí.

Molida del trabajo con ladrillos, decidió dejarlo y su tía le sugirió al cabo del tiempo trabajar como peón de obra en construcciones de casas. Durante tres meses trabajó por unos 60 euros mensuales, hasta que su madre regresó de Kuwait y volvió con ella. Su madre, al tiempo, se casó y se fue con su marido, dejando a Manisha a cargo de sus abuelos. Una amiga que casualmente había terminado nuestro curso de costura le habló de Educanepal y la posibilidad de formarse. Vino a vernos y, ante su situación, le dijimos que se viniera de inmediato, que aunque el curso de costura ya había comenzado la alojaríamos en nuestra casa de acogida unos meses y le ofreceríamos un curso de alfabetización.

A los tres días de estar con nosotros, y viendo que todas las niñas de la casa iban al colegio,  Manisha nos dijo que quería volver a la escuela. Sin dudarlo la matriculamos en 4º de primaria, justo a dos meses de finalizar el curso. Ha perdido cerca de tres años de estudios, pero está muy entusiasmada con esta oportunidad.  Es de las niñas que más contentas he visto nada más llegar a la casa, quizás por esa situación de abandono y por el trabajo duro que tuvo que hacer en Katmandú. Legalmente no puede estar en la casa de acogida, al no ser huérfana; pero pronto terminaremos un nuevo hostal para niñas en situaciones similares y será la primera inquilina.

Es un lujo verla sonreír, y un lujo tener un lugar donde poder acogerla. Un lujo que haya gente que nos eche una mano para poder seguir dibujando sonrisas.

Un abrazo y lindo día a todos.

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