Las niñas de nuestra casa de acogida llevan tres meses confinadas, pero eso no ha borrado la sonrisa de sus caras. Todo lo contrario, este tiempo ha servido para sentirse más unidas, para compartir más inquietudes y sentimientos, para apreciar la compañía, la comida, la vaca, el agua y el aire que respiramos.

Las cuidadoras, que llevan el mismo tiempo sin vacaciones y han entendido perfectamente la situación, se han esmerado para que cada día haya actividades varias donde aprender algo nuevo, desarrollar nuevas destrezas artísticas, aprender a gestionar emociones y conocerse a sí mismas un poquito más. Las relaciones pueden servir para aprender cuando prestamos atención a cada sensación que surge en nosotros mismos: el enfado, la rabia, la alegría, la serenidad, la preocupación, el miedo. Vivir es estar en relación. Prestar atención sin juicio, es la herramienta que revela nuestros secretos, nuestra alma, nuestra esencia.

Ahí, desde el amor que surge por uno mismo y por los demás, la vida es más agradable, más sencilla, más feliz. Eso es lo que intentamos inculcarles a estas niñas. Eso es lo que me gustaría compartir con todo el mundo, pues no tengo dudas de que, cuando estamos presentes, desaparece nuestro ego, nuestra pena, nuestra ambición… y surge la compasión. Quizás esto suene a cuentos de hadas, pero si es así, sigo creyendo en ellos, y es lo único que me motiva a seguir adelante, a poner energías en cada detalle de nuestro proyecto, cada acción que realizo. Pues hay mucha belleza en nosotros, mucha empatía, mucha generosidad, mucho amor… y a veces se nos va la vida sin percibirlo.

Así que no hay nada más grande en nuestra vida que ser feliz, estar serenos, sentirnos plenos y completos por el simple hecho de ser fruto de la vida, de la creación, de la energía mágica que somos y a la que podemos acceder en vida. Por eso, como no hay nada más grande que tu felicidad y la mía, por eso creo que vale la pena compartir todo aquello que nos ponga en contacto con nuestra grandeza. No la grandeza de medallas, victorias y profesionalidad. Más bien la grandeza que surge cuando el pensamiento se aquieta y surge el vacío, y no somos nada. No hay preguntas, todo está bien.

Hoy doy gracias mil a nuestras cuidadoras en la casa de acogida, y a esas niñas que son una lección diaria de convivencia, respeto y amabilidad. Gracias a todos los miembros de esta familia por permitirme gestionar algo tan bello, por permitirme creer en cuentos de hadas y trabajar a diario por hacer cuentos realidad. No le veo otro sentido a la vida, por muy utópico que parezca.

Un fuerte abrazo y mucha paz en ti.      

José Díaz

www.educanepal.org

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