¿Cómo combatir el tráfico de niñas en el Nepal rural?

En octubre del año pasado Educanepal, a través de nuestro personal local, facilitó el rescate de 17 niñas entre 8 y 16 años que iban en una guagua en dirección Katmandú para trabajar en fábricas textiles. A las niñas se las engaña, y ninguna de ellas sabía que una vez en Katmandú las harían trabajar 18 horas diarias y apenas cobrarían entre 10 y 20 euros mensuales, según edad y destreza con los telares.

En noviembre, cuando evaluaba todos nuestros proyectos con el personal local y, debo reconocer,  “un poco harto” de que se siga utilizando a niñas como mano de obra barata o, aún peor, para prostituirlas a coste cero, asumí que debíamos intentar alguna nueva estrategia para evitar que sigan saliendo niñas de las aldeas con destinos varios dentro y fuera del país.

La realidad es que muchas niñas dejan la escuela con apenas 10 o 12 años porque no pueden cursar más allá de primaria (los colegios de secundaria están a 3 o 4 horas caminando), o porque debían ayudar a sus padres en las labores agrícolas, o cuidando de sus hermanos, o haciendo de comer. Una vez dejan la escuela el futuro es casarse o arriesgarse a salir de la aldea con “agentes”, que solo buscan su propio provecho económico y básicamente, reciben una comisión por cada niña que llevan a un restaurante, fábrica o salón de masajes.

Así que teníamos que hacer algo con estas niñas antes de que alguien las engatusara. Se me ocurrió el crear un aula de formación donde pudieran aprender a leer, escribir (muchas de ellas nunca fueron a la escuela) y donde también aprendieran habilidades sociales y personales que les permitieran tener más confianza en sí mismas y desarrollar la autoestima. El mayor reto consistía en conseguir que las niñas vinieran al centro y sintieran que las tres horas diarias que pasan allí fueran de provecho. Para ello seleccionamos a la chica con mejor perfil en la zona para hacer la labor de “maestra”, y yo personalmente me encargué de formarla y orientarla para que tuviera claro lo que pretendíamos conseguir. Radjana no ha cesado desde un principio en intentar que sus clases y talleres sean lo más amenos posibles y también, junto a nuestro personal local, ha ido de casa en casa en los tres pueblos de la zona de Bainshewor (al este de Hetauda) para convencer a las niñas que asistieran al curso.

Tardamos como 6 meses en preparar todos los contendidos y confeccionar un libro del cual hicimos veinticinco copias, al mismo tiempo que íbamos hablando con los agentes sociales locales para ver cómo ellos podían ayudar a que este programa tuviera éxito. Nunca antes había dedicado tanto tiempo y esfuerzos a un solo proyecto, pero no había prisa, la lejanía de las aldeas y las continuas visitas previas llevaban mucho tiempo, y yo quería anticipar cualquier detalle para facilitar este proyecto.

Mientras tanto, desde Zaragoza, tanto los amigos de Subhakamana como Estrella, entusiasmados con este proyecto, comenzaron a recaudar fondos para ponerlo en marcha y, hace dos meses, inauguramos el aula de formación en una casa vieja alquilada y reconvertida en aula rural. Las niñas van de 11:00 a 14:00 todos los días y hemos conseguido un 80 % de asistencia a clase. Nuestro personal local evalúa las actividades mensualmente y me comentan que está siendo un éxito rotundo, certificado por la administración local y otras instituciones locales. Ya estamos pensando en poder crear otro centro en la zona de Bainse, también bastante propensa al tráfico de niños.

Hasta este año solo podíamos acoger a 16 niñas en nuestro refugio en Hetauda, ahora la idea es crear centros de formación más cerca de las aldeas y así poder atender a un mayor número de niñas. Este año comenzamos por 25, el año que viene espero que podamos llegar a 50. Y así, siempre con el mismo entusiasmo de poder cambiar una vida, seguimos trabajando, y les aseguro que no es fácil llegar a esta gente que se encuentran en zonas tan remotas. No es fácil sortear veredas y ríos, caminar bajo el sol o la lluvia, intentar convencer a gente que duda de que la educación les traiga algún beneficio. La gente quiere comer ya, vestirse ya… y de ahí que muchos estén dispuestos a dejarse la piel por cuatro duros, sacrificando una infancia y exponiéndote, cuando tengas 17 u 18 años y 20 euros no sean suficiente,  a acabar delinquiendo o vender tu cuerpo. Dos de las niñas que formamos en costura este año ya ejercen como costureras en Bainsheswor, animan a las chicas del curso de alfabetización en la aldea para que se esfuercen y puedan también formarse pronto en costura u otra actividad vocacional que les proporcione un sustento digno.

Por todo ello, sabiendo que estamos dando una oportunidad a tantas niñas, me valen la pena los esfuerzos, que son muchos. Y no solo los míos, sino también los de todo el personal local que se ha volcado en este proyecto, y todos los voluntarios y colaboradores en Canarias y Península que valoran esta labor y nos acompañan en el día a día.

Gracias a todos por estar ahí… y ser parte de este PRECIOSA REALIDAD. Otro mundo es posible, y lo demostramos a diario.

Si quieren acercarse a ésta y más historias del día a día en Nepal, y compartir reflexiones e inquietudes sobre lo que verdaderamente nos hace felices, les animo a asistir a las charlas que se darán en Las Palmas de G.C. el 4 de octubre (Club La Provincia) y en S. Cristóbal de La Laguna (Tenerife) el 24 de octubre (sede Mapfre).

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