Si miro para atrás, algo que pocas veces sucede pues siempre hay mucho que hacer en el presente, hay un aspecto de nuestro trabajo que es el más que valoro: el equipo de trabajadores nepalíes que me rodean. No es fácil en un país como Nepal llegar a tener el grado de organización que tenemos y, mucho menos, el grado de compromiso que ha ido asumiendo todo el personal que, en algún momento, ha formado parte de nuestro equipo.
Yo dejé muchas cosas atrás cuando decidí fundar Educanepal. Eso fue posible porque había vivido una experiencia conmovedora durante dos años que estuve de voluntario y sentí que mi misión era ayudar a que ningún niño fuese víctima de tráfico o explotación laboral. Yo aún me veo reflejado en los niños que veo, en sus padres, en el esfuerzo diario por sobrevivir. Esa es mi mayor motivación: sentir que somos uno. Esto no es fácil de compartir, de explicar, ni en España ni en Nepal. Pero es la base de todo, lo que me dio fuerzas para empezar y lo que me anima a seguir.
Siempre he buscado momentos con el personal local para compartir esta motivación, para reflexionar sobre para qué estamos ayudando, por qué. Algunos llegaron a decirme que en un principio trabajaban como máquinas, sin realmente valorar cada día, cada esfuerzo, cada momento que tenían un niño o una madre delante. Con el tiempo si sentí y siento que ahora la actividad diaria les hace felices, y eso me hace feliz a mí. Pues esa felicidad es la que ayudará a hacerlo bien, a atender a los detalles, a tomar las decisiones correctas, a llegar a quienes más lo necesitan y a trasmitir esa energía de paz y amor a nuestro alrededor. Y ese es mi sueño, que todo ser humano, empezando por mí mismo, tengamos siempre presente nuestra esencia de paz y amor, nuestra conexión con todos y con todo. Más allá de nuestros cuerpos, de nuestros pensamientos y emociones hay una realidad común a todos: nuestra conciencia, nuestra Alma. Ahí todos nos encontramos, nos sentimos en casa, surge una paz y un amor que no son de este mundo. Surge una paz donde todos queremos estar. Entonces la ayuda es espontánea.
Han pasado muchos años para yo mismo entenderme, para descubrir de donde surgió aquella energía y entusiasmo. Y me alegro muncho de poderlo compartir con todos sin miedo, aún albergando el sueño de aquel niño que quería vivir en un mundo más amoroso. Ahora que es posible, pues Amor es nuestra esencia.
Todo esto será parte del nuevo documental “Mi Alma Aquí”, con el simple deseo de que estemos más cerca de nuestra esencia, donde se sufre menos y donde todo está bien.
Un fuerte abrazo y gracias mil a todos aquello que en Nepal y en España hacen posible esta labor diaria donde nos vemos reflejados en el otro, ya sea un niño, en la montaña o nuestra propia madre. Sin juicio, perdonamos, surge el Amor, todos somos hermanos.